miércoles, 28 de agosto de 2013

Torpe ingenuidad

Vino sigiloso y directo a mi diana. Sorprendida, a medias, y totalmente dispuesta, le dejé la puerta entreabierta. Mientras, con ojos astutos, calibraba sus pasos. 
Cuando, por fin, acudió la certeza, le permití llegar; más que eso, lo invité a todo sin palabras de más. Así, entre farolas y calles dormidas, me regaló su risa y supe que había llegado la hora de la alegría. Dejé caer mi dulzura en sus ojos mientras nos resbalábamos cara a la novedad de nuestras acciones. Continuamos. Cada vez más cegados y más alejados de nuestra entereza. Y, por último, nos mentimos diciéndonos con hambre que el tiempo no importaba.
Y volví a las noches de insomnio
y de duda.
Pero el tiempo golpeó a la mañana siguiente, y en las sucesivas; porque, quizás lo que nace de las sombras no tenga cabida en nuestras días soleados.

sábado, 17 de agosto de 2013

Una chispita apenas,

una iluminación casual, que tiene mucho de planeada, me visita en estos días. Yo la acojo y le doy cobijo mientras aguardo, impaciente, por algún estallido repentino que haga trizas tantas telarañas y me impulse. Estoy vestida con una leve sonrisa que depende del parpadeo, frenético y esperanzador de esa chispita moribunda.

jueves, 8 de agosto de 2013

Inexperta en tanto.


Aún no me había especializado en esquivar y tratar de salir indemne de este juego de indiferencias muy torpemente simuladas. Era inocente en mi ahora manida tristeza. Era de todo menos lo que soy. Aún tenía recursos y artimañas para hacer a un lado la noche e iluminarme las sonrisas. Tú poco habías aprendido de mí y todavía no creías haber conquistado mi conocimiento. 
Que sucias han quedado las mantas guardadas, pero tienes la entereza, toda, que a mí se me ha escapado, para enseñar las manos y confesar tu falta, sin necesidad de arrepentimiento, sabiéndote dueño de la cordura, toda, que he dejado por ahí desperdigada.