Y, por una vez, es agradable.
Puedo ver su espectro de huesos y piel, sus ojos que ya no me hablan, que se han mudado, o quedado mudos, no lo sé.
Se ha ido y ya no raspa, ni duele.
Se ha ido y, al mirar los despojos, no me han temblado las piernas, ni las lágrimas.
Lo tengo que escribir porque parece producto de una ilusión, que se va a desvanecer en cualquier momento. Lo escribo, porque al pronunciarlo puede que deje entrar a la duda.
Pero es imposible negar que se ha ido. Que se fue.
Y, por una vez, no soy quien llora por el.
Y, ahora, a estudiar y estudiar. Y, dentro de nada, las añoradas vacaciones.
Buenas noches pequeños-grandes husmeadores.