martes, 25 de marzo de 2014

Hay un cielo ahí fuera que atenta contra mi soledad


Mira que es fácil escribir:
juntas palabras, les das forma; imágenes de la cabeza al folio...
Pero lo verdaderamente complicado es ponerles alma, acuchillarla en cada punto; dejarte morir un poco, volverte reversible, mostrar todo lo rojo, lo visceral.
Y aquí,
hay alma suficiente para llenar hojas y poner a bailar a ojos expertos en resolver casos imposibles.
Porque, es fácil ser oscura con las sombras que te habitan, los ecos de los huecos que han ocupado tu pecho y te rasgan un poco con las vibraciones de sus despedidas.
Es fácil que no entiendan esta oscuridad en eso que no se dice pero se lee...
Pero puede que alguien sepa descifrarlo y acallarlo.
Encender la lamparita de la mesilla de mis noches.
Dejarme vacía de toda esta basura acumulada.
Llenarme de fuegos artificiales de colores que rebotan en todo el cuerpo los días de fiesta junto al mar; al que van a morir cuando, satisfecha la gana, les dices adiós para mirar los ojos de la noche.
Solo entonces sabes,
si el dueño de las estrellas te devuelve la mirada,
que es posible encontrarse entre el estruendo.

Y besas todas las palabras no dichas,
para que no se vayan de su boca;
acoges en tu pelo el viento que agita sus ramas
y enredas tus piernas entre sus raíces consteladas.


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